sábado, 1 de abril de 2023

Santillana se mar (Cantabria)


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La villa fue declarada conjunto histórico-artístico en 1889. En sus inmediaciones se encuentra la cueva de Altamira, protegida como Patrimonio de la Humanidad. Es uno de los pueblos más turísticos y más visitados de Cantabria, siendo una parada imprescindible para los turistas que visitan la región. Esto ha hecho que gran parte de los habitantes del municipio vivan de la actividad turística, especialmente de la hostelería, los alojamientos rurales y las tiendas de productos típicos.

Desde julio de 2013, Santillana del Mar forma parte de la red Los pueblos más bonitos de España.


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El municipio estuvo habitado desde la prehistoria, como atestiguan varios vestigios arqueológicos. De entre todos ellos destaca la cueva de Altamira, descubierta por Marcelino Sanz de Sautuola en 187910​ y catalogada como Patrimonio de la Humanidad. Es llamada la Capilla Sixtina del arte cuaternario, o del arte paleolítico, desde que así la llamara el arqueólogo y prehistoriador Henri Breuil.


No se conoce ninguna población antigua en Santillana, aunque sí se han encontrado evidencias cerámicas en la zona de Vispieres y lápidas sepulcrales en Herrán, todo ello de época romana, por lo que se ha deducido la existencia de alguna población romana cerca del actual núcleo de la villa, aunque no se han encontrado otros restos arqueológicos que llenen el vacío de los siglos V al VIII.


En el año 2014, los arqueólogos Javier Marcos Martínez y Lino Mantecón Callejo descubrieron un asentamiento castreño en la cumbre del monte El Cincho (barrio de Yuso). Se han desarrollado varias campañas arqueológicas desde entonces en las que se ha identificado un complejo de amurallamiento; así como, la recuperación de materiales arqueológicos adscritos cronológicamente a la Edad del Hierro. Los investigadores sostienen que se trata de un castro de castros, un oppidum costero.

Esta villa tiene su origen en la Alta Edad Media, alrededor de la abadía de Santa Juliana. Se han recuperado huesos humanos medievales en la necrópolis de esta localidad. La fecha de fundación del monasterio no se conoce. Legendariamente se atribuye a unos monjes del siglo VIII o IX el que se llevaran las reliquias de Santa Juliana de Bitinia, martirizada en Turquía, a este lugar, levantando un cenobio en un lugar llamado Planes. Actualmente se asocia la fundación del monasterio con la corriente repobladora impulsada por los sucesores de Alfonso I. A partir del año 980 el monasterio estaba consolidado, gracias a las continuas donaciones de los fieles y a ser lugar de paso de un ramal del Camino de Santiago. Fue estableciendo un dominio territorial y jurisdiccional, especialmente en la zona conocida como Merindad de las Asturias de Santillana, de la que casi con toda seguridad era capital.​ Dicha merindad era una de las  que entonces formaban el reino de Castilla.
En 1045 Fernando I le otorgó un fuero,​ por lo que la abadía pasó probablemente a ser colegiata.​ Desde entonces recibió sucesivos privilegios y donaciones de los reyes de Castilla.​ A partir de 1175 se configura una organización con abad y cabildo. Gracias al apoyo de la nobleza, consiguió convertirse en la abadía más importante de la Cantabria medieval. En 1209 Alfonso VIII le concedió un nuevo fuero, dándole estatuo de villa a la localidad. El monasterio ya era colegiata, hecho presumiblemente comprobable en la documentación posterior a 1107, con lo que Santillana que pasó a ser la capital de las Asturias de Santillana, siendo el abad su señor.

Durante el siglo XIII la abadía de Santa Juliana decayó al convertirse en dependiente de la diócesis de Burgos, pero comenzó el desarrollo urbano de la villa,​ organizado en torno a la Plaza Mayor o del Mercado (hoy plaza de Ramón Pelayo) y la Torre del Merino. Como expresión del poder civil, durante los siglos XIV y XV se construyeron algunos de los mayores palacios y torres de la villa.​ En 1445 el rey Juan II dio el señorío de la villa al primer Marqués de Santillana y a sus sucesores, los Duques del Infantado (miembros de la familia de Mendoza), creándose así el Marquesado de Santillana.​ La pérdida de la condición de realengo supuso dejar de ser capital de corregimiento, iniciándose la decadencia de la villa.​

Durante la Edad Moderna las Asturias de Santillana quedan integradas en la jurisdicción del Corregimiento de las Cuatro Villas, ámbito liderado entonces por Laredo.​ En 1509 el abad reconoció al III marqués de Santillana, pero solo tras violentos enfrentamientos militares, en un intento por recuperar el poder religioso sobre la villa.​ El desarrollo urbano y económico de la villa se estanca durante el siglo XVI al no participar Santillana en el Pleito de los Valles, importante en la historia de las instituciones que dieron lugar a Cantabria. A causa de ello Santillana quedó administrativamente marginada; no obstante, volvió a resurgir en el XVII gracias a la riqueza ligada a su participación en la expansión española en Europa y América.​

A finales del XVI y durante el XVII se construyeron la mayoría de las casas que se conservan hoy en día en Santillana del Mar, configurándose su núcleo tal y como existe hoy en día.​ Casi todas ellas siguen la misma tipología, con dos plantas, un espacio abierto delantero y uno trasero más grande dedicado originalmente a corral, solanas o balcones de forja o de madera, y blasones nobiliares, abundantes en la villa.​ Santillana es por tanto esencialmente barroca, aunque su proceso de urbanización sigue siendo desconocido.​

Fuera del casco quedaban los complejos edificatorios de las órdenes religiosas edificados entonces. Estos fueron el convento de Regina Coeli de los dominicos, el de San Ildefonso de las dominicas, la Hospedería de Peregrinos y Transeúntes, el Hospital de la Misericordia y el Hospital de San Lázaro de Mortera.​ A finales del siglo XVII la colegiata de Santa Juliana compitió con la de los Cuerpos Santos (en Santander) por obtener la titularidad catedralicia.​

A comienzos del siglo XIX Santillana, como otros pueblos del norte de España, se enorgullecía de estar llena de linajes hidalgos, aunque como reza el tópico, sus apellidos no suponían riqueza intrínseca. Al ser mayoría, se supone que existía una tolerancia hacia el trabajo, a pesar de que los nobles tenían prohibido trabajar con las manos, por lo que si no lo hacían se veían obligados a emigrar o a vivir en la pobreza.​ Fueron estos hidalgos los que coparon los puestos administrativos y la representación de la villa en organismos superiores. También eran quienes poseían las tierras, teniendo la mayoría de los campesinos que arrendarlas o trabajar para ellos.​

En 1833 se constituyó el ayuntamiendo de Santillana,​ que también tuvo partido judicial propio hasta 1840, fecha en que parte pasó al partido de Torrelavega y otra parte al de San Vicente de la Barquera. A pesar de la decadencia de Santillana comenzó a generarse un turismo selectivo debido a que diversos políticos, escritores y viajeros leídos escribieron en aquella época sobre la villa.​

En 1879 se descubrió la cueva de Altamira,​ una de las joyas del arte rupestre a nivel mundial. El descubrimiento de la cueva atrajo a un gran número de estudiosos e intelectuales, quienes crearon en Santillana una serie de asociaciones artísticas y de vanguardia, de las cuales la más importante fue la Escuela de Altamira, fundada en 1948, que participó en la recuperación de las vanguardias artísticas en España y donde se dieron cita personajes de la talla de Rosales, Vivanco, Ángel Ferrant, Llorente Artigas y Lafuente Ferrari.​

A partir de 1849, a causa una epidemia de cólera en el País Vasco, el turismo aristocrático español arraigó con fuerza en la antigua provincia de Santander. Fue entonces cuando Santillana del Mar pasó a ser un destino de moda.​ El pensamiento romántico y el deseo de conservar la villa hicieron que en 1889 fuera declarada en su conjunto monumento histórico-artístico.​ En 1927, a instancias del conde de Güell, comenzaron las primeras restauraciones.

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